"HOJAS DE OTOÑO"


 Era 2017 y Aki Kaurismäki –uno de los directores contemporáneos más laureados en Europa- anunciaba su retiro del cine y con ello dejaba un hueco en el terreno indie. Afortunadamente este año decidió salir de su encierro y volver al ruedo con la magnífica “hojas de otoño”, la cual resultó ganadora al premio del jurado en el pasado festival de Cannes y de inmediato se ha posicionado como mi película favorita del año, y ello se debe a varios puntos que a continuación les cuento:


De entrada el director Finlandés vuelve a usar la duración como un epitome del manifiesto “tiempo de metraje no es sinónimo de calidad”, así pues tenemos cintas de 3 horas que no llevan a nada (como la tediosa “avatar”) y cintas de 70 a 90 minutos que nos cuentan grandes historias -al mero estilo de Woody Allen o del mismo Kaurismäki- y ese es el caso de “hojas de otoño”, un film de 80 modestos minutos que resulta tremendamente emotiva y vivencial, aquí no hacen falta efectos especiales o multiversos, aquí basta con dos personajes cotidianos que se encuentran dentro de un plano meramente terrenal. Y ese punto es justamente otra de las razones que la hacen especial; la constancia del director para contarnos historias de una Europa pocas veces vista, esa donde hay pobreza y desesperanza, donde se desconectan los electrodomésticos para ahorrar luz. Kaurismäki siempre nos presenta antihéroes pobres, alcohólicos, desempleados y con calidad moral dudosa, pero tiene el encanto de hacernos sentir empatía por ellos y más aún, siendo que sus historias siempre tienen puntos en común, nunca se le siente reiterativo o repetitivo, de ahí que su bien llamado “cine de autor” suela ser comparado con Almodóvar o Wes Anderson.


Un tercer punto que convierte a esta cinta en una joya es el montaje en sí; la pobreza de la clase trabajadora está en todos lados, los personajes usan radios viejos y celulares monofónicos, abrigos lisos y muebles desvencijados, por lo que uno puede creer que podría estar ocurriendo en los 70´s, 80´s o dos miles, no es hasta cuando escuchamos esas radios que entendemos que se trata de una historia actual. Nuestros protagonistas -Ansa, una mujer con empleos temporales y Holappa, un alcohólico de poca monta- están atravesados por la vida post pandemia y por la guerra actual en Ucrania, así pues, sin ser una cinta bélica, sabemos que la tensión por dicho tema está en el aire en todo momento.


Ademas, “hojas de otoño” es una verdadera rockola, desde el hecho de que varias escenas ocurren en el karaoke local hasta las canciones de fondo que ambientan increíblemente cada cuadro. Pero no solo la música resulta increíble, los 80 minutos están plagados de referencias a los grandes directores, de hecho, estos homenajes son tan poco sutiles que la llevan a parecer una película dentro de otra película, de tal manera que nombres como Godard, Fellini, Chaplin y Bresson te saltan a la cara en todo momento, dando como resultado, planos visualmente hermosos aun cuando estás viendo una fábrica o un supermercado.


Aunque de la historia misma no he hablado es porque reitero, es la cotidianidad de dos extraños que, si nos basamos en la normativa capitalista y americana les llamaríamos “perdedores”, sin embargo, ellos encuentran su lugar compartiendo las verdaderas grandes maravillas, como una caminata en Helsinki o yendo al cine a ver “los muertos no mueren” –sí, esa comedia de zombis dirigida por Jim Jarmusch, otro gran director de culto-, todo ello la hace una historia totalmente tierna y -aunque no parezca- esperanzadora, algo así como si estuviéramos viendo una pintura de Edward Hopper.


No sé si aún la encuentren en salas de arte, pero en unas semanas la tendrán disponible en el catálogo de MUBI.

Kone Arrevillaga


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