SUSPIRIA


Como fan del cine de Darío Argento y enamorado de lo que hizo Luca Guadagnino con “Call me by your name”, fui de los primeros en emocionarse por esta nueva versión del clásico de terror italiano, así que el fin de semana corrí al cine y sin más, les cuento cómo me fue:

Suspiria’ (Luca Guadagnino, 2018) no es un simple “remake” del grandioso film de 1977, no, esta nueva versión –según el propio Director- es más bien un homenaje derivado de la admiración que Guadagnino siente por Argento, de ahí que no se apegue cabalmente a la obra original (especialmente hacia el final de la película), además de dar algunos giros a la historia, se añadió un toque más analítico. Todo ello bajo la supervisión del mismo Darío.
Para empezar, esta nueva “Suspiria” no es una película sutil, se encuentra impregnada de tantos simbolismos psicoanalíticos que es evidente el paso por el diván de su director. De hecho, la historia original está basada –libremente- en los arquetipos que Carl Jung hace sobre “La madre”, y si miran bien, en la película verán como al inicio Patricia (Chloe Grace Moretz) se desborda en histeria cuando encuentra un libro de Jung en el consultorio de su analista, quien además, es fiel seguidor de Lacan, -incluso hay un pequeño dialogo donde se dice que Jacques Lacan dará una clase- (es 1977 así que debe de tratarse de alguna de las lecciones citadas en el “Seminario 24”). Pero más allá de esas referencias Lacanianas -que evidentemente amé-, la película habla del poder de los sueños y las premoniciones, del dominio femenino en la sociedad, empezando con el significado de “MADRE” y la relación que tejen las mujeres entre y contra sí, de la importancia –como profesional de la salud mental- de “creer” en el discurso de los pacientes y no limitarlos a un diagnóstico (o estar listo para las consecuencias de no hacerlo). Ello, al tiempo de hablarnos de una Europa decadente, del hundimiento del comunismo y todo esto, bajo una atmósfera sofocante y con un juego de cámaras delirante que nos recuerda el cine de terror de los 70’s.



La película se divide en 6 actos y un epilogo. El punto de partida es el mismo: Susie (Dakota Johnson), una joven bailarina estadounidense aterriza en el Berlín occidental en 1977 (año en que se estrenó la película original) para unirse a la prestigiosa academia de danza “Markos”, pero conforme se va desarrollando la trama, se descubre que se trata de una escuela que guarda decenas de secretos tras sus paredes y espejos, ya que encubre una verdad sobre “las 3 madres; Lacrimarum, Suspiriorum y Tenebrarum”, madres de las lágrimas, suspiros y tinieblas respectivamente -más antiguas que el mismo Diablo- quienes se encuentran vigentes gracias a un aquelarre orquestado por Madame Blanc (Tilda Swinton) y por el personal administrativo y docente del Instituto, quienes llevan a cabo una serie de crímenes y desapariciones para brindar ofrendas a las madres, mientras que las alumnas –sin un saber consiente-, despiertan conjuros y hechizos para invocar al diablo con cada uno de sus excéntricos bailes.


Es así que las más de dos horas y media están repletas de baile, escenas gore, litros de sangre y momentos densamente oníricos que recuerdan a cuadros de Dalí y de Remedios Varo pero que te llevan a pensar: “creo que es demasiado”, y es que esa ha sido mi sensación; que hay tanto por leer entre líneas que difícilmente puedes entender a fondo toda la trama sino cuentas con las referencias históricas, filosóficas, psicoanalíticas e incluso políticas, por lo que cualquier persona tendría que leer un poco de estos temas para que la película tome sentido; y es que cuando se estrenó la original, el público era otro, había pasado el verano del 68 y justo el año de su estreno se vivió el “otoño Alemán” y los aires políticos y literarios eran distintos, por lo que creo que esta nueva versión llega en un tiempo donde a pocos les importa hondar sobre esas cuestiones. De ahí que como manifiesto filosófico y psicoanalítico puede funcionar, ya que nos deja entrever todos los significados de la palabra -o significante- “Madre”, pero no estoy seguro si en 2019 este sea el estilo de terror que se espera, más aun cuando hoy día nos hemos mal acostumbrando a películas estilo “Get Out” o la saga de “El conjuro” y con “Suspiria” al llegar a la sala de cine nos plantean problemáticas morales referentes a la guerra fría y al muro de Berlín que se entretejen a las artimañas de las brujas para intentar crear un suspenso que nunca llega.

En conclusión, creo que lo nuevo de Guadagnino ni es para todos, ni debe venderse como película de terror, ya que si les gustó la versión original seguramente verán con recelo esta nueva y será inevitable no compararlas, y si no conocen el cine de Argento sentirán este film como algo denso y lleno de códigos que no llevan a nada. Además, las actuaciones funcionan según lo esperado pero sin mostrarnos nada nuevo; una Tilda Swinton andrógina y perfecta -como siempre- haciéndola de una matriarca que esconde bastante y una Dakota Johnson mustia al inicio y predecible al final. ¿Lo más rescatable? El increíble maquillaje para hacer pasar a Tilda como un personaje masculino y el hipnótico score que creó Thom Yorke junto a su melancólica y casi perfecta canción “Suspirium” que nos transporta a un infierno etéreo durante todo el film -bien pudo ser un buen disco como solista- así que espero que al menos mi vocalista favorito logre una nominación a los premios de la Academia para poder escucharlo y verlo en el escenario. Fuera de eso la película difícilmente resulta lo que pretendía ser, “un homenaje” a su antecesora.


Les dejo el avance que se liberó para América y el vídeo de la increíble canción. Como siempre, espero sus opiniones y comentarios.




Kone Arrevillaga C.

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