LA CASA DE JACK



Después de una semana de mucho trabajo, por fin tuve el tiempo de ir a ver “La casa de Jack”. Como muchos sabrán, soy fan del trabajo de Lars Von Trier (no precisamente de él como persona) y me hice más fan cuando logró lo que logró de la mano de mi islandesa favorita (Björk), pero ese es otro tema.

Tenía muchísimas ganas de ver esta película, después de escuchar a Matt Dillon hablando de ella y de ver la controversia que generó en el Festival de Cannes 2018, donde Lars ya es otra vez persona non grata. El título original es “La casa que Jack construyó” y hace referencia a una canción infantil que va de menos a más, inicia con un párrafo simple y termina con una complicada estrofa de esas donde tienes que memorizar todo lo anterior; y esa es la mejor descripción de la cinta, misma que empieza siendo un relato común para terminar en… bueno, mejor vayamos a mi opinión.

La cinta –de manera general- cuenta la historia de Jack (con un tremendo Matt Dillon), un ingeniero que siempre quiso ser arquitecto y que, además, resulta ser un asesino en serie con el que desde un inicio puedes identificarte y hasta puede que te caiga bien (cosa normal en los asesinos seriales, pues la seducción es una de sus características principales). Sin embargo, a lo largo del film pasamos de ver a un hombre atormentado por un terrible trastorno obsesivo compulsivo (TOC), -al grado de sentir pena por él- a ver a un sádico psicópata que nos muestra su distorsión de la realidad, su falta de empatía, lo que siente al matar y cómo justifica sus crímenes, toda vez que relata de manera bastante explícita cada uno de sus sangrientos “incidentes” (lo que ha herido susceptibilidades, provocando que mucha gente se salga de las salas de cine a media película).



Pero vaya, más allá de la sangre y las imágenes dignas de un periódico amarillista, “La casa de Jack” es todo un verdadero manifiesto político, todos y cada uno de sus diálogos resultan una metáfora ante la (de)construcción de la sociedad actual. Lleva a cuestionar el papel y el rol que jugamos en una sociedad tan hipócrita, llena de lenguaje “incluyente” pero incapaz de tenderle la mano a un migrante sólo porque criticó la comida que le ofrecimos, una sociedad que busca “likes” compartiendo la foto de un niño refugiado que se ahoga justo llegando a la orilla de una playa y que se ríe al ver como “Deadpool” descuartiza a sus enemigos a diestra y siniestra, pero que no soportan la imagen –ficticia- de un menor fusilado a sangre fría y prefiere salirse de la sala. Jack nos hace preguntarnos la diferencia entre un escritor que narra un asesinato, nuestro goce al leer eso y los deseos hechos realidad de alguien que sí se “atreve” a matar y dejar de lado los convencionalismos. El personaje no duda en aceptarse ególatra, egocéntrico, manipulador, pero inteligente y carismático, que ve a todos como objetos que sirven a su objetivo, no como seres humanos. Todos los personajes que se cruzan en su camino son -desde su punto vista- estúpidos. Además de ello, todas las escenas son fuertes mensajes anti-Trump y sus políticas (incluso, en un “incidente” Jack pone a sus víctimas unas gorras rojas, tal como las que repartió Trump durante su campaña), pero también son fuertes críticas a una Europa que dice ser una “unión” pero realmente es un conjunto de individualistas aislados en sus propias burbujas, en donde no importa qué tan fuerte grites, el vecino no te ayudará. Y el punto cúspide es una escena que se vuelve una gran exclamación contra el movimiento #MeToo y demás causas feministas mal entendidas al grado de preguntarnos “¿es esta la peor época para ser hombre?” (y eso - al menos a mí- me puso la piel chinita y me dieron ganas de aplaudir en la sala).

Pero como si todo lo anterior fuera poco, la cinta da un giro inesperado cuando se agrega un epílogo que resulta una representación de grandes obras literarias como “La Divina Comedia” de Dante, pinturas de Delacroix como “La barca de Dante”, “La muerte de Sardanápalo”, “Joven tigre con su madre”, etc. e imágenes de cintas anteriores de Von Trier como “Dogville” y “Breaking the waves”. Todo ello mezclado con música de Bach, Wagner y rock de los 80´s en un discurso artístico que sin duda les dejará pensando por varios días.

Efectivamente, “La casa de Jack” no es para todos, pero mi sugerencia es que dejen de lado lo evidentemente sangriento y vean más allá, porque si lo hacen verán una verdadera obra de arte, no sólo una película, sino un conglomerado de arte, pinturas, música, escenas perfectamente rodadas y referencias históricas que los llevarán -como me pasó a mi- a salir de la sala preguntándose si vieron una cinta o contemplaron una creación filosófica propia de nuestro siglo.

Como siempre, espero sus opiniones!

Kone Arrevillaga





Comentarios

  1. El mundo es tan ambiguo!! Lo que para ti es blanco, para mí es negro
    Sí vemos el asesinato a la manera de cómics, es gracioso , si el mismo asesinato es filmado en forma cruel , es aterrador, lo que conlleva a tomar en forma natural una noticia de muertes por guerra en (ejemplo)Siria , pero si ocurre un atentado terrorista en Nueva York ( ejemplo) es toda una tragedia internacional.
    Tienes razón ,Lars Von Trier no es para cualquiera.
    Saludos Kone Arrevillaga

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