SHOPLIFTERS




Después de una semana post operatoria, decidí que ya era momento de ir al cine, así que con un poco de reservas me fui a ver “Shoplifters”, y digo con reserva ya que por los trabajos de Kore-eda (el mismo director de “Después de la tormenta”, “El tercer asesinato” y “De tal padre, tal hijo”) sabía que no iba a salir indiferente en esta ocasión y aun no me sentía seguro de mis ojos para poder llorar como Magdalena.
Y sí, lloré, no tanto como creí que lo haría, no me rompí como cuando vi “De tal padre, tal hijo”, pero, aun así, la película tocó fibras que difícilmente se mueven en mí. Sobre la trama no les quiero contar mucho, ya que cada cosa que les diga rompería el encanto que tiene la historia misma, y es que el guión está tan finamente escrito que cada escena es como una capa de cebolla, cada que pasa una, vas entendiendo la anterior, hasta que llega el punto en que todas las piezas se acomodan, pero se acomodan solo para caer y hacernos ver como los lazos que creíamos fuertes no lo son tanto, mientas que los más casuales pueden convertirse en pilares fundamentales.
Kore-eda -como en casi todas sus películas- toca temas como la moral, las leyes, los valores y la fragilidad de cada uno de ellos frente a la modernidad, en esta película nos hace pensar sobre el concepto de familia; ¿Quién hace a la familia?, ¿es la unión sanguínea más fuerte que la emocional?, ¿hasta dónde los secretos pueden convertirse en el andamiaje de algo?, ¿Qué pasa cuando un rompecabezas se va armando y vas descubriendo que no eres una pieza del mismo? En general puedo decir que se trata de una historia compleja, llena de matices y girones de tuerca que nos mantienen con los ojos bien abiertos, especialmente tras la segunda mitad, ya que al inicio parece tratarse de una comedia familiar un tanto lenta, mostrándonos a un grupo que es feliz en su condición de japoneses pobres, pero luego, algo mínimo, algo insulso, algo que en otra película pasaría de largo, se convierte en un detonante que te mueve todo lo que estabas viendo, y es que lejos del drama occidental o de los derrumbes trágicos que estamos acostumbrados a ver en otro tipo de cine, aquí, lo verdaderamente fuerte es justo el uso que el director le da a la cotidianeidad para hacernos ver que no se necesitan dramones telenovelescos para hacer un guion poderoso y tocar nuestras más sensibles fibras.
Otra de las cosas que mejor funciona, es el increíble elenco, mismo que tiene su encanto por separado, pero que juntos resultan un verdadero deleite; Lily Franky y Sakura Ando como los cínicos, pero amorosos padres, y como los hijos Kairi Jo y Miyu Sasaki, siendo esta última quien se roba todas las escenas donde aparece, demostrando un ángel que a más de uno nos recordara a nuestros sobrinos o hijos más pequeños.


Además de todo, la película está plagada de hermosos momentos existenciales; hay una escena preciosa donde la madre habla sobre el concepto de amor con la más pequeña del clan, hay otro momento clave cuando el padre habla de temas “de hombres” con el niño mientras lo enseña a mantenerse a flote en el mar, una verdadera metáfora Freudiana de la anti función del padre, un padre que no pone límites, pero que -por amor- enseña a transgredirlos, hasta que otro, un ajeno a la familia -el tendero de la esquina- hace esa función de enseñar la ley, mostrándonos que cada uno tiene una función en la familia y aun negándolos, siempre se cumple con estas funciones y roles, y eso es justo lo que el hijo decide hacer, ser leal a sí mismo y a su familia, pero ¿a que familia?, eso, es lo que ustedes descubrirán cuando se den el tiempo de encontrar en algún cine de arte esta verdadera joya oriental, que no por nada ganó la palma de oro en el pasado festival de Cannes, y seguramente junto a la mexicana “Roma” y la polaca “Cold War” estará compitiendo por todos los premios internacionales en la categoría de “Mejor película extranjera” (premio bien difícil este año).  Así que de verdad, dejen de lado la última de la saga de animales fantásticos y busquen este manjar. Además, está filmada en 35 mm, lo que le da un toque aún más nostálgico visualmente hablando.



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